El inicio de semana nos ha sobrecogido con la escalofriante noticia de los graves disturbios acontecidos en la madrugada del lunes durante las fiestas del Barrio del Pilar, que han acabado con la detención de once personas y la asistencia sanitaria de treinta y siete, entre los que se encuentran varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía.
Resulta curioso que los jóvenes no parezcan encontrar otra válvula de escape ante esta situación estresante que padecemos en estos tiempos salvajes y deshumanizados en los que la crisis nos roba cualquier cualquier posibilidad de ser completamente felices.
Pero no podemos disculpar el comportamiento de estos jóvenes criminales que hace tiempo perdieron el respeto por cualquier tipo de autoridad, sea en la figura paterna, en los profesores o en la policía y que muestran su frustración de manera violenta cada vez que encuentran ocasión.
Lo que no tiene explicación es la chispa que ha encendido la llama que ha corrido en manera de violencia y destrozos contra el mobiliario y de agresiones contra los efectivos de las fuerzas policiales que acudieron a sofocar la revuelta. Sobre las cuatro de la madrugada, una pareja de efectivos de la Policía Municipal que patrullaba la zona de fiestas de paisano, en prevención de actos delictivos, observó como un grupo de jóvenes agredían a una mujer joven con intención de robarle. Evidentemente la dotación policial acudió inmediatamente en auxilio de la chica, lo que provocó la reacción airada de amigos de los primeros a los que se fueron sumando grupos que nada tenían que ver con los acontecimientos, lo que obligó a los agentes a solicitar apoyode sus compañeros.
En auxilio de sus compañeros acudieron las primeras dotaciones de la sección de respuesta rápida de la Policía Municipal, que fueron recibidos por una lluvia de objetos contundentes que los forzó a una primera actuación para dispersar al grupo violento. Pasados los primeros momentos de desconcierto, la masa violenta, formada por jóvenes de todo tipo, se fue recomponiendo y se les fueron sumando mas grupos de jóvenes, que como un comando perfectamente preparado acometieron a los efectivos policiales haciendolos retroceder, teniendo estos que solicitar apoyo de los efectivos de la Unidad de Intervención Policia, mas popularmente conocidos como los anti disturbios.
Desde ese momento tuvo lugar una verdadera batalla campal que se desplazó desde la Avenida de Betanzos a las calles adyacentes. El resultado es bien conocido, miles de euros en destrozos de mobiliario urbano y la quema del cajero automático de una entidad bancaria, once personas detenidas, acusadas de desordenes públicos y treinta y siete heridos, entre los que cabe resaltar varios agentes de las fuerzas policiales actuantes. Es urgente una revisión del Código Penal. Estos hechos se están haciendo demasiado frecuentes. O reaccionamos a estos grupos que viven de la violencia, o perdemos la batalla por el respeto y con ella nuestras calles.
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